El ejercicio aeróbico y la contracción muscular produce un aumento de la producción de radicales libres (RONS: especias reactivas de oxígeno y nitrógeno). Niveles elevados de estas moléculas son perjudiciales, pues incrementan el daño en las proteínas, lípidos y material genético de las células [1–4]. Así, estos niveles elevados se asocian con distintas patologías como enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2 [2, 5]. En el deporte, estas sustancias juegan un papel en la aparición de la fatiga, pero por el otro lado, la evidencia muestra que esas ROS y RNS producidas en cantidades fisiológicas durante el ejercicio funcionan como importantes señales para que se produzcan distintos procesos implicados en la respuesta al ejercicio [1, 6]. En particular, esa señalización está implicada en las respuestas tanto crónicas como agudas del músculo esquelético durante el deporte de resistencia, con funciones entre las que se incluyen la captación de glucosa y sensibilidad a la insulina, la inducción de enzimas endógenas con actividad antioxidante, la contracción y fuerza muscular y la biogénesis mitocondrial [2, 7–9]. Además, podrían tener también un papel en la función vascular [1–4].
Los antioxidantes son importantes para regular los niveles de estrés oxidativo por diversos mecanismos, evitando que se generen niveles altos y sus consecuencias negativas. Es por esto que muchos deportistas tienden a consumir suplementos con antioxidantes con el objetivo de incrementar la propia capacidad muscular para lidiar con las RONS [10, 11].
Con lo explicado hasta ahora, podemos pensar que el uso de dosis agudas de antioxidantes en deportistas de resistencia pueda tener consecuencias positivas, pero también negativas (Figura 1). ¿Hacia qué lado se inclina la balanza o cómo podemos saber si en nuestro caso nos benefician o nos perjudican?
Es cierto que el uso de altas dosis de antioxidantes (como vitamina C, vitamina E, té verde, extracto de cerezas o arándanos…) tiene su lado bueno, pues podrían reducir la fatiga, mejorar la recuperación, disminuir el daño muscular y, en algunos casos, prevenir las infecciones de las vías respiratorias (como el caso de la vitamina C; ojo, en deportistas, pues en población general no parece darse esta prevención) [1–3, 6].
Pero, por el otro lado, el uso de altas dosis de antioxidantes puede hacer que las adaptaciones al ejercicio se vean comprometidas, de manera que la mejora que se podría dar con ese entrenamiento puede verse ralentizada, pues todos los mecanismos mencionados importantes para el rendimiento (vascularización, contracción, fuerza muscular…) se verán reducidas. Aunque es cierto que el efecto de los antioxidantes en a biogénesis mitocondrial está entrando en duda con recientes publicaciones, hasta hoy sabemos que es un evento importante para la mejora del rendimiento y es posible que la suplementación con antioxidantes lo perjudique [1–3, 6].
¿Qué podría ser lo más inteligente para practicar en este sentido? Lo mejor que podemos hacer es asegurarnos de tomar cada día nuestra ración de frutas, verduras, y otras fuentes de antioxidantes naturales (té verde, café…). Así mantendremos nuestros sistemas de defensa en buen estado y obtendremos todos los beneficios para la salud de estos alimentos. A partir de aquí, podemos valorar usar dosis más agudas en forma de suplementos para épocas concretas. Por ejemplo, no será bueno usarlos durante periodos de entrenamiento de base, donde queramos realmente mejorar nuestro rendimiento y que todas esas adaptaciones al entrenamiento hagan su función. Pero sí puede ser una buena estrategia utilizarlos en temporadas de gran intensidad de entrenamiento previas a una competición (o durante la misma), y una vez esas adaptaciones al entrenamiento se hayan conseguido y el objetivo sea ahora una recuperación más rápida. Si un deportista presenta deficiencias en algún micronutriente, como vitamina E, C, zinc o selenio, esta suplementación también puede ser adecuada para recuperar la homeostasis redox y el rendimiento [1–3, 6, 12].
Por último, mencionar que hoy en día existen multitud de suplementos que se venden con el claim de ser antioxidantes (antocianinas, curcumina, catequinas, vitaminas C, E, A, melatonina, selenio, zinc…), pero en este campo, todavía hace falta mucha más investigación para conocer los efectos reales en deportistas.
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